Caminar nos despierta...
No solo el cuerpo. También la cabeza, el ánimo, las emociones y las ideas.
Salir temprano —cuando el cielo aún no decide si va a brillar o no— es una de esas decisiones que cambian todo el día. El viento helado, la respiración que se enciende, la ciudad aún en estado de pausa y esa sensación de moverme en el futuro.
En esas caminatas matutinas no solo hay ejercicio.
Hay reconexión.
Conmigo, con mi cuerpo, con lo que soy y lo que quiero crear.
Caminar me hace pensar mejor, quererme más, mirar con otros ojos.
A veces nacen ideas, otras veces imágenes que luego fotografío. Y muchas veces, solo nace el deseo de ser una mejor versión de mí: más atenta, más presente.
También me reconecta con mi entorno:
con mi barrio, con mi ciudad, con la naturaleza que quiero proteger.
Me hace querer cuidar lo que piso, lo que respiro, lo que compartimos.
Empezar el día así me recuerda que el movimiento no es solo físico.
También es emocional, mental, creativo.
Y a veces, eso es justo lo que más necesitamos para seguir.
“Descubrir el valor de lo simple también puede ser una estrategia de vida.”
Las caminatas matinales, tan comunes en culturas orientales y en las Zonas Azules —aquellas regiones donde las personas viven más y mejor— nos recuerdan que la longevidad también se construye con pequeñas decisiones: aire puro, movimiento diario, alimentos reales, vínculos sanos y propósito.